Jorge Luis Borges
Jorge Luis Borges

En este artículo, se analizará el primer eje temático propuesto en el artículo anterior, Borges: 14 ejes temáticos para entender su literatura [1], la realidad incomprensible de Jorge Luis Borges. Una de las problemáticas abordadas por la humanidad a lo largo de la existencia es el tópico de la infinitud y la finitud que se verán en los cuentos: “La biblioteca de Babel” y “El inmortal”.

La realidad incomprensible

“La biblioteca de Babel” es un cuento que está incluido en la colección de relatos Ficciones (1944) [2] y que narra la historia de un bibliotecario que narra su experiencia de vida en el día a día. El planteamiento que hace Borges es que la biblioteca es el semejante del universo, es decir, de lo infinito [3]. Por su parte, “El inmortal” está incluido en el Aleph (1949) [4]. Debido a múltiples alusiones culturales, el relato medita en torno a las paradojas de orden metafísico que tendrían que afrontar los hombres si algún día alcanzaran la inmortalidad.

Ambos cuentos están atravesados por la realidad incomprensible. Desde su creación, el hombre ha sido consciente de su finitud. La aceptación del carácter temporal de su existencia, de su ser mortal, y del reconocimiento del carácter falible de su ser. El problema finitud-infinitud siempre adquirió un centro importante de consideración del hombre. Desde Descartes [5], que muestra al hombre como un ente intermedio, un eslabón en permanente tensión entre Dios y la nada, hasta el pensamiento de los siguientes siglos.


Martin Heidegger [6] es otro de los que piensa en torno a la oposición finitud-infinitud que está ligada en íntima conexión con el modo de ser del Dasein, ese ente que somos cada uno de nosotros, está relacionada con la cuestión decisiva: la pregunta por el ser. Es decir, abordar la compleja cuestión de las relaciones entre finitud (Dasein) e infinitud (Dios). La renuncia a un Dios no puede interpretarse como una consecuencia directa de la finitud del Dasein. Ese pensamiento sin Dios se concibe a sí mismo como un pensamiento que se despliega en la cercanía del Dios divino: se le puede orar, ofrecer sacrificios y caer de rodillas temeroso ante él.

En cambio, Borges parte de la convicción de que el mundo es imposible de reducir a ninguna ley humana. Sin embargo, los protagonistas de sus relatos no pueden eludir el intento de buscarle un sentido a ese mundo, la búsqueda al modo de evadirse de la realidad. Como dice Beatriz Sarlo: “Sin Borges, la teoría literaria no habría encontrado una obra que le permitiera alcanzar una autoconciencia argentina: pensar problemas teóricos con textos escritos acá, como si esos textos anticiparan aquellos problemas, los adivinaran y los dejaran abiertos” [7]. Borges en toda su obra hace un esfuerzo por salir a su encuentro y comprender ese mundo.

En “La Biblioteca de Babel”, se ve una comparación entre el universo y la biblioteca infinita: “En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?)”. La biblioteca se compone por una serie de galerías hexagonales e idénticas y está gobernada por dos axiomas: el primero aclara que la biblioteca existe desde la eternidad y el segundo que los libros están conformados por una combinación aleatoria de veinticinco signos ortográficos.

Los habitantes de la biblioteca crean teorías para explicar el misterio de porqué los libros de la biblioteca están plagados de incoherencias. Sin embargo, hace quinientos años, un hombre sabio logró descubrir el secreto: “Todos los libros, por diversos que sean, constan de elementos iguales: el espacio, el punto, la coma, las veintidós letras del alfabeto. También alegó un hecho que todos los viajeros han confirmado: No hay en la vasta Biblioteca, dos libros idénticos”. Es decir, que contiene todas las combinaciones posibles de los 25 símbolos ortográficos y en todos los idiomas posibles.

Por último, el narrador nos da su opinión: “Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana – la única – está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta”. El rasgo infinito y totalizador de la biblioteca queda plasmado. Es decir, la repetición del desorden de la Biblioteca crea un orden: el Orden del universo. Esta creencia en un universo ordenado y elegante le da esperanza.

El cuento “El inmortal” narra la búsqueda de una ciudad perdida en el desierto que Marco Flaminio Rufo persigue afanosamente y culmina con un doble descubrimiento: el Palacio de los Inmortales presenta un laberinto [8] que desafía toda racionalidad. La urbe por su diseño se presenta como una concepción del universo y el laberinto es el que conecta obras e ideas aparentemente ajenas, como dice Sarlo: “Es imposible pensar la literatura argentina sin Borges. Pieza maestra del siglo XX, a partir de él se cruzan o se dispersan todas las líneas” [9].


El hombre creyó poder entender al laberinto al acercarse, pero fue un intento infructuoso: “Un laberinto es una casa labrada para confundir a los hombres; su arquitectura, pródiga en simetrías, está subordinada a ese fin”. Por eso, es que Rufo agoniza en medio de toda esa realidad desconcertante, se esfuerza por trazar, por tentar una disposición de orden, dar una concepción lógica para situarse frente a ella. Esta imposibilidad, propone Borges, está dada en parte por la finitud lingüística: “Consideré la posibilidad de un lenguaje que ignorara los sustantivos, un lenguaje de verbos impersonales o de indeclinables epítetos”.

A través de «El inmortal», Borges permite al lector dilucidar todos los secretos del universo, resolviendo así toda aporía y explicando toda paradoja: “Fácilmente aceptamos la realidad, acaso porque intuimos que nada es real”. Vendría a ser el conjunto de todos los conjuntos que componen el infinito universo: “Ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo incomprensible, es saberse inmortal”.

 

Conclusión

Tanto el Palacio de la Ciudad de los Inmortales de “El inmortal” como la biblioteca de “La Biblioteca de Babel” ofrecen la imagen de un monstruoso laberinto que se convierte en símbolo de infinito y caos. Los hombres inútilmente viajan por él en busca de una justificación y el pasado, presente y futuro son parte de la eternidad, donde el azar juega un papel determinante en el mundo perceptivo de Borges. En “El inmortal”, surge una visión caótica del universo y Borges mezcla fechas, hechos, para armar una pesadilla, un laberinto. En “La Biblioteca de Babel”, se refleja en el relato la idea de la infinitud que a la larga genera una duda en torno a si realmente sabemos qué es la finitud o si es simplemente una sensación mental. Es decir, en ambos cuentos se entiende que la comprensión del eje borgeano, la realidad incomprensible, es de una lectura derivada de un proceso mental muy complejo. Este abarca, al menos, cuatro aspectos básicos: interpretar, retener, organizar y valorar. Por eso, leer a Borges significa releerlo hasta comprender cada palabra que pone en el texto, porque cada palabra es un significado para entender su Weltanschauung.

 

Notas

[1] https://www.elmagacin.com/borges-14-ejes-tematicos-para-entender-su-literatura/

[2] Fue publicado por primera vez en la colección de relatos El jardín de senderos que se bifurcan (1941)

[3] El empleo del concepto de “infinito” no incluye necesariamente algo sin final, sino que puede utilizarse para referirse a una determinada cuestión que se presenta en gran número o cuyas dimensiones son muy considerables. A su vez, también puede ser un lugar impreciso, ya sea por su lejanía o vaguedad. La idea de infinito implica la existencia de diversas paradojas: la más conocida se refiere a un hotel infinito propuesta por el matemático alemán David Hilbert. La metáfora habla de la existencia de un hotel que puede aceptar a una cantidad ilimitada de huéspedes porque contiene infinitas habitaciones.

[4] Se publicó por primera vez en 1947, en la revista Anales de Buenos Aires.

[5] Descartes dice en el Discurso del método que podemos dudar de todo, pero el pensamiento es nuestra primera certidumbre y nos lleva a la certidumbre de nuestra existencia: «Pienso, luego existo». El hombre existe al menos como cosa pensante y la existencia del pensamiento es un concepto claro y distinto. A su vez, la idea de la perfección no puede venir del pensamiento, que es imperfecto, sino de un ser perfecto: Dios que es el ser perfecto que ha puesto en nuestro pensamiento la idea de perfección. Descartes concluye que el mundo exterior existe y podemos confiar en el testimonio de los sentidos.


[6] Estos planteamientos metafísicos que hace Heidegger se ven principalmente en sus libros Ser y tiempo y Kant y el problema de la metafísica.

[7] [9] www.lanacion.com.ar/1379981-si-no-hubiera-existido-borges

[8] El término “laberinto” refiere a aquello confuso y rebuscado. En la antigüedad, el laberinto se construía a modo de trampa porque obligaba a transitar por caminos no escogidos, restringiendo opciones y libertades que llevaban a lugares que disgustaban y a senderos sin salida. En cambio, los laberintos medievales simbolizaban el camino del hombre hacia Dios. Si hablamos de laberintos debemos hacerlo del Laberinto de Creta, mencionado en la mitología griega y a que a Borges le fascinaba, de hecho escribió “La casa de Asterión” donde trataba el tema del minotauro. La construcción del laberinto fue diseñada por Dédalo a pedido del rey Minos y permitía mantener preso a su hijo Minotauro. Este era un monstruo con cabeza de toro y cuerpo de hombre fruto de los amores de Pasifae, la esposa de Minos, con un toro que Poseidón, Dios del mar, hizo surgir de las aguas. Teseo logró adentrarse en el laberinto y matar al Minotauro. Gracias a Ariadna (hija de Minos y Pasífae) que le dio un ovillo, cuyo hilo fue devanando y sirvió para indicarle el camino de regreso.

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