Independencia de México de España. El Magacín.
Independencia de México de España. El Magacín.

Como tal, la guerra de México contra España para liberarse de su opresión, jamás existió. En primer lugar, no todos querían cambiar el estado de cosas.

Los criollos eran la mayoría de los rebeldes, ya que los indios, los negros, mulatos y mestizos, participaron poco y casi siempre obligados por los realistas, que lejos de querer realmente independencia, buscaban entregar el país, a Inglaterra, Estados Unidos y Francia, en diferentes épocas y de acuerdo a sus propios planes. Bajo la bandera de liberar las masas, al pueblo soberano, de los abusos de los españoles, se dieron a la tarea de unir lo político y lo económico, para lograr sus objetivos. Los españoles que dividieron a los indios, los diezmaron y abusaron de ellos, fueron los que estaban en América, no los que vivían en la vieja tierra española.


La oligarquía, existente aún hoy, se daba ante la codicia de los criollos y realistas, de seguir siendo solo ellos, quienes tuvieran acceso al poder político y económico de la región. En general, quienes apoyaron a las autoridades virreinales contras la sublevación de los criollos, fueron los indios, mestizos, mulatos y en menor número, los negros. La guerra no pasó de ser escaramuzas aisladas, pues España no pudo o no quiso hacer una guerra total. Los verdaderos opresores, los criollos, señalaron a la madre patria como la causante de dicha opresión y la presentaron como la enemiga a vencer, por el indigenismo, que contagió al pueblo entero con ideas falsas y tóxicas. De esa manera lograron unir a todos contra su enemigo común, logrando dicha independencia y la auto denominación de latinos.

«Los españoles que dividieron a los indios, los diezmaron y abusaron de ellos, fueron los que estaban en América, no los que vivían en la vieja tierra española»

Cuando logran al fin esta independencia, siguen tiempos turbulentos, dónde se dan coqueteos políticos de criollos con franceses, ingleses y americanos. De una u otra manera, lo único que ellos buscaban, era permanecer siendo la élite social del país. Dominar la economía era lo que les daba el poder necesario, para seguir siendo políticamente poderosos. De esa manera, la oligarquía llegó para quedarse, incluso, hasta nuestros tiempos. Después de iniciarse una lucha hacia estabilizar el país entero, surgieron nombres como De la Huerta, Obregón, Calles, el períodos del maximato desde 1920 a 1934. Pero todos de una u otra forma estaban contaminados con la codicia, el deseo insano de poder y los sueños de seguir siendo la élite de la sociedad.

Lo cierto fue que la sociedad enseguida de la revolución quedó dividida. Dividida en clases sociales, etnias, razas y política. La ambición impedía que los mismos grupos en el poder, se pusieran de acuerdo. La sangre corría fácil, después de las traiciones que se daban, incluso, entre políticos y militares con la aparente misma visión futurista. Las pequeñas, y a veces no tan pequeñas revueltas, se daban una tras otra, desconociendo líderes que caían uno tras otros en cortos períodos de tiempo. La economía seguía el mismo camino de siempre, los ricos se apoderaban de inmensas cantidades de tierra, minas, ganadería y la incipiente agricultura. La educación, la democracia en sí y los derechos de las minorías, no tenían importancia suficiente para la élite codiciosa de entonces.

Comenzaron las negociaciones con los Estados Unidos. Cartuchos, armas y los implementos necesarios para la fabricación misma de los arsenales, dio herramientas a quienes harían lo imposible por permanecer en el poder. A este aparente orden institucional, que duró muy poco, las revueltas comenzaron a sucederse una tras otra. Revoluciones y contra revoluciones de diferentes fuerzas, se dieron casi en forma continua. Las traiciones, las mentiras y la corrupción, terminaron envenenando la sociedad de tal forma que aun hoy, ese lastre se carga por la sociedad moderna.

«Estados unidos se adueñó de casi la mitad del territorio»

Tanto los criollos que se habían adueñado de alguna forma del país, conformando la clase política y económica más fuerte, cómo los países que buscaban ser aliados de México, firmaban acuerdos que raramente se respetaban. Los extranjeros solo buscaban la riqueza, la prueba es que países como los Estados Unidos no se conformaban con la compra de minerales, la mano de obra barata o las demás riquezas, sino que se adueñaron de casi la mitad del territorio. Eso fue posible porque los criollos que habían sido expulsados de sus tierras por motivos políticos o económicos, se encargaron de generar la división necesaria al interior de la clase gobernante, como para abrir la puerta militar al país del norte.

La turbulencia después de la revolución que nunca existió continuó por muchos años. Los españoles fieles a la corona, fueron despojados de sus riquezas, y generalmente ejecutados junto a sus familias. Las traiciones, las mentiras, la impunidad con que se hacían juicios bajo cargos ficticios, mantuvieron los cañones de las armas siempre calientes. El pelotón de fusilamiento resonaba casi de manera continua, cambiando sus balas de destino, mientras que, quienes las recibían lo perdían todo, en una tierra que no los había visto nacer.


La ambición era el combustible. Los medios eran todos válidos. La historia la escriben los que la ganan, y pocos países como México tienen una tan inventada, tan arreglada a modo por quienes ostentaban el poder cuando la escribían. A pesar de que los hijos de los criollos sobrevivientes tenían todos los derechos de las tierras de sus antepasados, pocas veces se respetaron estos. Los que no huían del país, eran pasados por las armas, acusados de crímenes que jamás cometieron. Quienes hicieron frente a esta forma de gobernar, usando la palabra, terminaron muriendo en calabozos, rodeados de alimañas.

¿Cómo deben de haberse sentido aquellos mexicanos que vieron trabajar a sus padres españoles por sus tierras, su ganado, sus minas y terminaron viéndolos frente a un paredón? Indudablemente eso creó un caldo de cultivo para que la paz danzara en el aire, sin detenerse en ninguna parte. Pocos se dejaban intimidar y se iban a la madre patria, tratando de salvar sus vidas. Los que esperaban al último, lo perdían todo, incluso la vida.

«La historia la escriben los que la ganan, y pocos países como México tienen una tan inventada»

Después del consenso buscado por Carranza, el poder de los exiliados y los enemigos de éste dentro del país, terminaron minando la confianza de todos, siendo la muerte del mismo, una muerte anunciada. Las divisiones regresaron, las ideas se polarizaron, el siglo avanzaba y no había cambio alguno para la población. El índice de analfabetismo era muy alto, esas masas eran fáciles de convencer de seguir a uno u otro caudillo, a veces solo con promesas de campaña, que jamás se cumplían.

La pobreza de los campesinos, el olvido de los indígenas y la traición que era el pan de cada día en México, darían fuerza a un grupo político que se encargaría de manejar el país durante décadas. El legado del Partido Revolucionario Institucional, sería su aprendizaje durante las décadas anteriores a la revolución. Las mismas que se mantuvieron después que los españoles se fueron.

Una ambición desmedida de poder, la búsqueda del control del país tanto en lo económico como en lo político. Esto generó durante años descontento social, que ellos supieron mantener latente con mentiras, traiciones y engaños, algo en lo que se hicieron maestros.     

La historia habla de la revolución, de las luchas contra una España que en realidad nunca hizo mucho por mantener una colonia tan grande desde una distancia que hacía que las noticias tardasen demasiado en llegar. Había sido una colonia fructífera y con mucha riqueza mineral, que galeones españoles transportaron año tras año a la vieja Europa. Oro, plata y otros no tan valiosos, además de tesoros indígenas, fueron saqueados sin miramientos.

Cuando la entregaron sabían perfectamente que mantener el control era una lucha perdida. Más cuando no se luchaba contra fuerzas mal armadas, sino contra los mismos españoles o hijos de españoles renegados, con sed de poder por sobre todas las cosas. Si hubo españoles que querían el bien para todos los habitantes de México, terminaron bajo las balas o expulsados de sus propias tierras.

Hoy día, el rezago educativo, económico y político es palpable. Un país con más de un 90 por ciento de impunidad en su sistema de justicia, una corrupción rampante que permea desde lo más alto de la cúpula en el poder, hasta lo más bajo de la sociedad, a sabiendas de que quién saque la mano del bolsillo de su vecino, se quedará con ella vacía.

Un México que no se independizó de ninguna España, sino que solo buscaba cambiar de amo, terminó quedando con los genes más perversos, de hombres que no valoran su cultura, que no valoran los derechos de los demás y cuyas ambiciones parecen infinitas. Entregó la mitad de su territorio a quienes supieron usar sus divisiones internas a su favor.

Ahora es tarde, pueden echar culpas, maldecir a Santana o satanizar a quiénes los colonizaron, sin embargo, de ninguna manera cambiará la historia.

Lástima, seguro había buenos españoles entre los colonizadores.

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