En este ensayo, se explicarán las similitudes y, principalmente, las diferencias entre un redactor y un escritor. La persona física que elabora un texto es un autor, y según dónde lo publique y bajo qué condiciones determinarán si es uno u otro [3]. A modo de aclaración, muchas veces nos confundimos porque el arte de componer textos es también llamado “escribir”. Esto no quiere decir que todos los que escriben sean escritores. Tampoco es así con la redacción. Nadie escribe ni redacta, sino solo aquellos que trabajan con un determinado fin, como dice Juan José Saer: [4] “Escribir es así una especie de traslado en que lo vivido pasa, a través del tiempo, de un cuerpo al otro” (Saer: 2014: 289).
Tanto el redactor como el escritor poseen similitudes: la suposición de que autor es la persona que origina la idea, la que transforma esa idea mediante un “traslado mental” del cerebro a la hoja y elabora un texto. Es decir, la palabra escrita es necesaria para expresar ideas, pero se necesitan competencias, habilidades, aptitudes conscientes (adquisición de conocimientos) de las reglas de la lingüística y la gramática para un escrito correcto.
Sigamos con la persona física que es el autor (salvo el caso del escritor fantasma). Entonces, nuestra primera pregunta sería: ¿Cómo definimos el término “autor”? Pierre Bourdieu [5] (2016) saca a flote el papel del autor como mero medio productor y reproductor de los bienes simbólicos de las esferas de poder. Estas son reducidas por las reglas del arte de cada dominio artístico, intelectual o comercial. Es decir, el autor es un vehículo de las expresiones sociales, construido por ellas, y que circulan con independencia de él.
Para desenmascarar esta postura, Bourdieu reubica la categoría de autor en las condiciones materiales y discursivas de su producción. El actuar del autor solo se coordina con la esfera o campo de poder a través del habitus. En esta estructuración, el autor es un elemento más de los bienes que se negocian en el mercado y su función es reproducirlo para reproducirse en él, para seguir existiendo.
También, debemos aclarar que muchas veces las dos profesiones confluyen en una sola persona, por ejemplo, Roberto Arlt [6] o Rodolfo Fogwill [7]. Pero también hay escritores que solo escriben y hay redactores que solo redactan. Dependerá de la práctica de la persona para poder forjar así un estilo de escritura para escribir sus diversos textos. Es decir, en ambos está el deseo de la escritura que precede algo que decir (esto es la actividad de escribir) que causa la actividad de la invención que les plantean problemas e imponen directivas. A su vez, los aspectos como la originalidad, la claridad y la capacidad para generar interés son comunes en las dos áreas.
Hasta aquí hemos mencionado algunas características del escritor, pero nada sobre su producción, su literatura. Según la Real Academia Española, se la considera como una expresión artística que se basa en el uso del lenguaje. A su vez, Abelardo Castillo [8] (2017) asegura que la literatura nace de una fuerte tendencia a la incomunicación o a la mala comunicación. Entonces, podemos decir que el único lugar en el que un escritor de ficciones se comunica es en sus libros, y son “sus personajes quienes hablan por él”.
Otra aclaración que debemos hacer es la siguiente: redactor no es sinónimo de periodista. La velocidad exigida al redactor es mucho más alta que en el papel para el periodista. En un artículo, por ejemplo, el redactor apenas tiene tiempo para editar el contenido, porque, hoy en día, el redactor no solo escribe sino también edita, comparte en las redes, etc. La idea de que solo escribe quedó en el pasado, es un todoterreno de la web.
Por otro lado, en un periódico tradicional, el periodista tiene todo el día para escribir una y otra vez la noticia, ya que no será publicada hasta el día siguiente (a menos que sea online). Además, se contacta con fuentes, hace entrevistas, investiga la realidad. Esto deriva en la posibilidad de contrastar las informaciones recibidas, completarlas con lo que le aportan las fuentes y pulir el estilo de los contenidos.
En primer lugar, partimos de la primera diferencia: el escritor se vale de la composición para “crear obras”: no es una profesión en el sentido institucional. Es decir, su tarea se lleva adelante por motu proprio, intuitivo. Nadie encarga el trabajo a menos que se consideren algunos casos en los que escritor deberá cumplir algún contrato de trabajo. Gabriel García Márquez [9] (1979) sostiene: “La literatura no se aprende en la universidad, sino leyendo y leyendo a los otros escritores” [10]. El redactor, en cambio, desarrolla un texto en base a un tema específico, al ser un profesional con una carrera y una formación específica que responde a un programa (currícula educativa, profesional). En general, el redactor accede a los trabajos por encargo de otros.
En segundo lugar, si tomamos en cuenta los principales elementos de un escrito, podremos distinguir mejor la redacción de la composición. Los escritores poseen la libertad para elegir la temática de un texto, buscan transmitir un mensaje a través de sus obras o escriben para contar una historia. En el caso de García Márquez, siempre partía de una imagen, de un sentimiento y todo un libro será entonces ese punto de partida [11]. En cambio, la composición y la redacción responden a un tema prestablecido: una noticia, un anuncio publicitario o un artículo o una tesis o un trabajo ad hoc (aparece aquí toda una serie de cuestiones de índole ética que habrá que contemplar en cada caso, de manera responsable). Este tema encargado será el centro de todo lo que se redacte en el desarrollo de un texto.
En tercer lugar, nos referimos al propósito de los escritos. Los escritores crean para desplegar un arte “libre” que cumple con un propósito: contar una historia utilizando diferentes mecanismos en la elaboración. Todo lo contrario sucede con el redactor, quien debe seguir pautas específicas para conseguir un objetivo determinado. Por ejemplo, puede tratarse de narrar un acontecimiento, promocionar un producto o explicar el funcionamiento de algo, pero de manera precisa, minuciosa, profesional (y para ello puede basarse en un “arsenal” de modelos, de procedimientos y de técnicas).
En cuarto lugar, el destinatario de los textos que componen el escritor y el redactor es diverso. Las obras literarias están dirigidas a un público, pero este es determinado por el género mismo de la obra, así que es el autor quien elige a qué lectores dirigirse. Un caso distinto es el del redactor, que recibe el encargo y tiene que adecuar el contenido de su texto al público que se le indica. Para ello el redactor debe valerse de un análisis de sus posibles lectores, sus costumbres, sus gustos, sus competencias lingüísticas. Esto nos hace pensar que la denominada “situación retórica” varía en uno y otro caso. El lenguaje usado por el redactor debe adaptarse a un público determinado para lograr que sus textos sean efectivos.
En quinto lugar, refirámonos al tiempo de la composición. El escritor los maneja los tiempos a su manera, Ernest Hemingway [12] (2016) afirma que los escritores deberían trabajar solos y apelar a la “desolación del cuarto de hotel”, ocultar el lugar en donde se alojan para estar tranquilos. En cambio, el tiempo en el redactor plantea todo un reto. Se dispone de poco tiempo para leer, están expuestos a una cantidad insólita de información, por lo que los textos deben ser concisos. Además, en todo momento debe dar cuenta de su progreso en el acto de redactar si es que el que encarga el trabajo así lo requiere.
En sexto lugar, la visión del mundo en cuanto a la realidad determinada. En el caso del escritor, puede ser plasmada en su obra porque, según Saer (Saer: 2014: 282), el escritor es un hombre que posee un discurso único, personal, y que no se representa más que a sí mismo. De esta manera, preserva la capacidad iluminadora de la experiencia poética. En tanto el redactor solo cuenta con una serie de datos, de información proporcionada por su empleador, es decir, aquel que le encargue la labor.
En definitiva, es interesante ver las diferencias entre un escritor y un redactor. Sin embargo, para marcarlas se necesitará antes establecer las analogías en sus oficios. La cuestión de autor de Bourdieu como productor y reproductor de los bienes simbólicos del “mercado lingüístico”. Además, muchas veces las dos profesiones confluyen en una sola persona. Sobre las diferencias, el escritor realiza su tarea por motu proprio, posee la libertad para elegir la temática de un texto. A su vez, relata una historia, dirige las obras literarias a un público determinado, maneja el tiempo a su manera y puede cristalizar su visión del mundo por su experiencia poética. En cambio, el redactor accede a los trabajos por encargo de otros, responde a un tema preestablecido, debe seguir pautas específicas, tiene que adecuar el contenido de su texto al público que se le indica. También, dispone de poco tiempo para leer y para componer el texto y no puede desarrollar su visión del mundo porque solo cuenta con la información de su empleador.
Referencias
[1] Simone de Beauvoir (París, 9 de enero de 1908 – París, 14 de abril de 1986) fue una escritora, profesora y filósofa francesa defensora de los derechos humanos y feminista.
[2] Virginia Woolf (Londres, 25 de enero de 1882-Lewes, Sussex, 28 de marzo de 1941), fue una escritora británica, considerada una de las más destacadas figuras del modernismo anglosajón del siglo XX y del feminismo internacional.
[3] Recuérdese en este punto la definición aristotélica de “retórica”: el arte del buen decir para generar un efecto de persuasión en el receptor.
[4] Juan José Saer (Argentina, 28 de junio de 1937 – Francia, 11 de junio de 2005) fue un escritor argentino, considerado uno de los más importantes de la literatura hispanoamericana del siglo XX.
[5] Pierre Bourdieu (Denguin, 15 de agosto de 1930 – París, 23 de enero de 2002) fue uno de los más destacados representantes de la sociología contemporánea.
[6] Robert Arlt (Buenos Aires, 2 de abril de 1900 – Buenos Aires, 26 de julio de 1942) se destacó como novelista, cuentista, dramaturgo, periodista e inventor.
[7] Roberto Fogwill (Buenos Aires, 15 de julio de 1941 – Buenos Aires, 21 de agosto de 2010) se desempeñó como escritor y sociólogo que alcanzó renombre, primero, como directivo de empresas de publicidad y de marketing y, luego, como escritor.
[8] Abelardo Castillo (Ciudad de Buenos Aires, 27 de marzo de 1935-2 de mayo de 2017) se destacó como escritor.
[9] Gabriel García Márquez (Colombia, 6 de marzo de 1927- México,17 de abril de 2014) ejerció los trabajos de escritor, guionista, editor y periodista. En 1982 recibió el Premio Nobel de Literatura.
[10] Adolfo Bioy Casares (Buenos Aires; 15 de septiembre de 1914-Ib.; 8 de marzo de 1999) afirma que si se quiere ser escritor, no hay que cursar la carrera de Letras. Igualmente, hay muchos casos que sí se formaron en letras y se dedicaron a la escritura. El caso más relevante de la actualidad es el de Martín Kohan.
[11] En «Tener al lector agarrado por el cuello; no dejarlo pestañear». El Periodista de Buenos Aires, diciembre de 1985, García Márquez manifiesta: “Nunca podría escribir un libro a partir de una idea; parto siempre de una imagen, de un sentimiento y todo el libro desarrolla esa tesis. A partir de una idea se podrán escribir ensayos, tratados; no otras cosas”.
[12] Ernest Hemingway (Oak Park, Illinois; 21 de julio de 1899-Ketchum, Idaho; 2 de julio de 1961) fue un escritor y periodista.
Bibliografía
AAVV (2016) Cómo escribir. Consejos sobre escritura, Buenos Aires, China Editora.
Bourdieu, P (2016) La distinción, Buenos Aires, Editorial Siglo XXI.
Castillo, A (2017) Ser escritor, Buenos Aires, Editorial Seix Barral.
García Márquez, G “Diez mil años de literatura”, Revista Bohemia (1979).
Saer, J (2014) Concepto ficción, Buenos Aires, Editorial Seix Barral.