El pasado 23 de julio se cumplieron 25 años desde la última vez que Miguel Induráin ganó un Tour de Francia. Apenas un año y medio después, el 2 de enero de 1997, el mejor ciclista español de todos los tiempos anunciaba su retirada cuando todavía no había cumplido ni siquiera los 33 años de edad.
En los años 90, el fenómeno Induráin consiguió “fastidiarnos” la hora de la siesta y mantener enganchadas frente al televisor a varias generaciones de aficionados -y no aficionados- al ciclismo. Eran otros tiempos.
Ahora, el ciclismo, gracias al legado de Induráin, pero también a los logros de otros ciclistas españoles que vinieron después, como Alberto Contador o Alejandro Valverde, recibe bastante atención mediática -aunque siga siendo mucha menos que la de otros deportes; vivimos en la Era de internet, por lo que es más fácil conseguir información y hacer un seguimiento sobre las competiciones y los corredores; y hasta en los sitios de pronósticos deportivos como bwin existe la posibilidad de hacer predicciones exactamente igual que en el fútbol o el baloncesto. A principios de los años 90, sin embargo, los aficionados al ciclismo lo tenían mucho más difícil para disfrutar de este deporte.
En 1988, ‘Perico’ Delgado plantó la semilla de ese interés por el ciclismo que Induráin acabó por instaurar de manera generalizada. Pedro Delgado ganó el Tour de Francia 15 años después de que Luis Ocaña lo consiguiera en 1973. Lejos quedaba el primer triunfo para España en la Grande francesa, el de Federico Martín Bahamontes en 1959.
Miguel Induráin se convertiría en 1991 en el cuarto español en ganar el Tour de Francia. Era solo el principio. El corredor nacido en Villava en 1964 volvió a vestir el maillot amarillo en los Campos Elíseos en los cuatro años siguientes. Cinco triunfos consecutivos que le ponían a la altura de los más grandes de este deporte. Si los años 60 fueron para Jacques Anquetil, los 70 para el gran Eddy Merckx y los 80 para Bernard Hinault, Induráin dominaría la década de los 90. Todos ellos tienen el honor de ser los máximos ganadores del Tour, con cinco títulos cada uno, aunque solo Induráin los consiguió de manera consecutiva.
Es posible que alguien se pregunte por Lance Armstrong, el dominador de principios de la década de los 2000. El estadounidense consiguió la gesta de llevarse siete Tours seguidos entre 1999 y 2005, pero hay que recordar que todo fue una gran mentira, y que se le retiraron los títulos de manera oficial, por lo que no se le tiene en cuenta entre los récords de la carrera francesa.
En 1996, todo el mundo esperaba que Miguel Induráin se llevase el sexto título del Tour y se coronase en solitario como el máximo ganador de esta prueba. Pero no fue su año. Fue un mal Tour en el que las condiciones climatológicas le fueron adversas, y muchos recuerdan todavía la famosa “pájara” en Les Arcs, la primera etapa de montaña, que le hizo perder bastantes opciones. No fue, sin embargo, la caída de un ídolo, sino la humanización de “El Extraterrestre”. El cinco veces campeón acabó ese año 11º en la clasificación general.
Aun así, en Atlanta’96, Induráin se llevó el Oro olímpico en la contrarreloj. Fuera de lo deportivo, pesaron también sus desencuentros -sobre todo por obligarle a correr algunas carreras- con un equipo Banesto que había sido muy importante en sus logros del pasado. En la Vuelta a España tuvo que abandonar por una infección viral y, aunque no era el final deseado, fue el final.
Tal y como el mismo Induráin dijo en la que seguramente es una de las despedidas deportivas más recordadas de la historia, no es fácil mantenerse en la élite. Cada año resultaba más difícil, a todos los niveles, ser el mejor. Un desgaste que le llevó a tomar la decisión de retirarse del ciclismo profesional, aunque nunca ha dejado de subirse a una bici. Grande entre los grandes siempre.