La Noria. Crisis de la sociedad actual. El Magacín.
La Noria. Crisis de la sociedad actual. El Magacín.

Estamos atravesando una crisis global en todos los sentidos. No sólo política, es una crisis preocupante que afecta a varios estratos de la sociedad y que amenaza con colapsarlo todo: problemas del sistema financiero, social, económico, medioambiental, guerras, hambrunas, corrupción, idiotez masiva, individualismo moral, deterioro de condiciones laborales, pobreza energética, explotación infantil y de la mujer…

Muchos no lo ven, o no quieren verlo. Pero todos estos problemas están ahí, quizás a miles de kilómetros, pero existen.


El mundo se cae a pedazos, o como diría Galeano“el mundo está patas arriba”

Algunos dicen: “hay que refundar el capitalismo”, ese que basa su fuerza en el control de la economía, en el control de los mercados, en el dinero, los medios y el negocio de la guerra. Ese que básicamente, no sólo nos conduce a esta situación, sino que nos condena (como muchos expertos reconocen) a que siga sucediendo una y otra vez; como una noria que sube y baja: crisis – bonanza, crisis – bonanza… y cada crisis deja más miseria y olvidados, y cada bonanza más poder en manos de menos personas. La brecha sigue aumentando con cada giro.

Otros dicen que aún así la cosa no está tan mal. Normalmente lo dicen desde un yate brindando con champagne o desde su ático con vistas a la pista de esquí. La televisión, los “mass media”, el individualismo implantado acérrimamente y un sistema educativo pésimo, hacen que una inmensa mayoría de la población en situación delicada y desfavorable, piense igual que cualquier banquero adinerado o ejecutivo de la bolsa. La cosa no está tan mal, y yo a lo mío, que yo estoy bien.

«Otros siguen creyendo fehacientemente en la democracia, esa que a veces es tan injusta como un 49%»

Mientras, los gobiernos, bancos, multinacionales y élites financieras se afanan por mantener esa noria en movimiento, y da igual si el planeta se va pudriendo poco a poco (social y literalmente): lo importante es que no falle el crecimiento económico. No importar nada la contaminación que generan  aquellos países que se afanan en mantener la economía a un crecimiento óptimo, arrasando con lo que haga falta. Es el propio medio ambiente el que reacciona en parte ante esto, con catástrofes naturales y sequías. No hay peor ciego que el que no quiere ver, y la base para todo es el planeta donde habitamos, aquel que se está destruyendo poco a poco. Sin él no habrá donde edificar esta noria.

A la par que sucede todo esto, una inmensa mayoría de la humanidad está sumida en la pobreza, sin recursos, medicinas o alimentos. Y en muchos de esos casos, no sólo tienen la desgracia de ser pobres, sino que acaban trabajando a cambio de un plato de arroz, explotados sexualmente, implicados en el mundo de las drogas, absorbidos por mafias y cosas peores.


Otros siguen creyendo fehacientemente en la democracia, esa que a veces es tan injusta como un 49%. En la que un 51%, básicamente la mitad, gana y divide a la sociedad. No me malinterpretéis, esto no es un crítica a la democracia, pero aun así, ofrece ciertas imperfecciones. En muchos casos, se comenta: “tiene mayoría absoluta”, pero si fragmentamos los datos, nos damos cuenta que de un 100% de posibles votantes, apenas votaron un 70%, y el partido que ganó, se llevó un 30% (de esos 70%) de los votos.

Siendo quizás (he de reconocer) algo simplista, no creo que sea de merecer, llamar a eso “mayoría absoluta”, cuando realmente la mayoría no apoya a esa opción. Todo esto sin contar las interferencias (intereses económicos, corrupción, incumplimiento de programas electorales, manipulaciones en masa… ) que alteran el correcto funcionamiento de una democracia.

«En el mundo mueren niños de hambre y personas de enfermedades curables»

Y aquí es donde quiero hacer  un punto de inflexión en este artículo. Algunos quieren refundar un sistema, otros miran hacia atrás enarbolando la bandera republicana, otros recuerdan con añoranza tiempos pasados de dictaduras sombrías, y así observan el pasado pensando: “eso sería mejor que todo esto”. Buscan soluciones entre sombras de un pasado que a todas luces fue peor.

Hay que mirar hacia delante, encontrar un nuevo sistema, buscar un modelo que sea mejor, más justo, igualitario y que contemple la sostenibilidad del medio ambiente.  Un sistema que se escandalice si en el mundo mueren niños de hambre y personas de enfermedades curables, que no consienta la explotación laboral y sexual, y que pare los pies a quien sea si es enemigo del ecosistema. Un sistema donde esto sea primordial, mucho más que contentar a la bolsa, bancos o las grandes multinacionales.

Y dirán: “¿pero qué hay mejor?, ¿comunismo?, ¿dictadura?, ¿república?, ¿anarquía? Las cosas son así, qué le vamos a hacer”. La respuesta es: no lo sé, no sé qué hay mejor, pero sé que tiene que haberlo, que aún estamos por desarrollarlo, y desde luego no es ninguna cosa que ya hayamos experimentado. ¿Y por qué lo sé?: imaginaos la edad Media, con sus estratos sociales, sus reyes todopoderosos. Si pudierais viajar en una máquina del tiempo y visitar a un campesino para asegurarle que el día de mañana él podría elegir a sus gobernantes votando, sin duda, el campesino habría estallado en carcajadas, asegurando que eso era imposible y diciendo “¿pero qué hay mejor? Las cosas son así, qué le vamos hacer”.

Igual que se evolucionó y mejoró la sociedad, de una época a otra, yo miro al futuro esperanzado en que un sistema aún mejor, avance y progrese hacia una sociedad global más justa.


Quién le iba a decir a ese campesino, a cientos de millones de trabajadores, incluso a las mujeres, que algún día podrían votar y participar en democracia. Creo que hay que inventar algo nuevo, no mirar atrás, ni querer copiar modelos o basarse en antiguos dogmas, no conformarse con un modelo que sí funciona bien para unos pocos, pero olvida a la inmensa mayoría.

Para ello lo primero que debemos hacer es autocrítica. Asumir, que a pesar de que a unos pocos “nos vaya bien”,  la mayoría del planeta sufre miserias. Entender que la guerra no puede ser la maquinaria económica de un país, ni tampoco es justificable bajo ningún concepto. Comprender que todo esto sin un planeta sano en el que habitar no tiene sentido.

Hay que romper con el pasado. Crear un decálogo universal ético, centrado en la justicia y la igualdad, donde primen las personas y el bienestar de éstas, y no los intereses económicos. No seré yo quien lo desarrolle, pero sí me gustaría verlo. Un mundo mejor y más justo. Donde esa noria que escupe pobreza y riqueza a partes infinitamente desiguales, no gire sin sentido ni con un compás tan despiadado contra la humanidad y la naturaleza.

 

De momento, mi conciencia y yo nos bajamos de esta noria.

 

 

 

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