Idioma español. Fernando de Orbaneja. El Magacín.

Me parece muy bien que nuestros periodistas sepan idiomas, pero deben tener en cuenta que escriben en español, para personas que leen español y no tienen obligación de saber inglés. Al paso que vamos el “Diccionario de la Lengua Española” va a resultar casi una diccionario inglés-español.

La mayoría de las palabras y expresiones que se utilizan en inglés tienen una traducción al castellano más correcta y expresiva que la inglesa. He tratado de anotar las palabras y expresiones en inglés que aparecen en un periódico de “prestigio” (o eso se creen ellos) y he desistido, por aburrimiento, al anotar la número veintisiete.

El idioma es el mayor tesoro espiritual de un pueblo, por eso es fundamental que los maestros transmitan a los alumnos un lenguaje culto, tanto oral como escrito, en el que se erradiquen los insultos y las palabras soeces. Hay que enseñar a hablar, a argumentar, para ello es muy importante la representación escénica, el diálogo y la disertación pública. Sin lenguaje no somos hombres, somos poco más que monos. También los medios de comunicación deberían ser modelos del idioma, en especial las televisiones, más preocupadas en las cuotas de audiencia que en enseñar. La segunda cadena de TVE debería estar en manos de la Universidad, con el fin de que sus programas sirvan para difundir la cultura, el saber, el razonamiento, el humor inteligente, la música, el arte, el teatro, el cine, los deportes (no sólo el fútbol), los debates lúcidos, etc., y descubrir nuevos valores.


No creo que sea mucho pedir a nuestros políticos y periodistas que no utilicen frases hechas que no dicen nada. Se ha extendido la costumbre de decir “de alguna manera hemos hecho…”, las cosa no se hacen de alguna manera, sino de una manera concreta, hay que definir cuál es o callarse. Últimamente se ha puesto de moda decir “como no podía ser de otra manera”, y se les puede contestar ¿crees que no había otra manera?, seguro que sí. Otro absurdo es que al dar la noticia de la muerte de alguien, afirman, como si fuera una exclusiva, que “tuvo una parada cardio-respiratoria”, con mis escasos conocimientos médicos puedo asegurar, sin equivocarle mucho, que nadie que esté muerto respira o le late el corazón.

El colmo del mal ejemplo, son esas supuestas tertulias televisivas en las que no sólo no existe diálogo, sino que todo son descalificaciones, desprecios, gritos e insultos. Precisamente las armas de los ignorantes o de los que ni saben ni pueden argumentar, por el sencillo motivo de que no tienen razón… ni raciocinio, sólo son capaces de repetir una y otra vez las cuatro cosas que les han imbuido.

Pero lo peor es que eso mismo ocurre en el Parlamento. Esta palabra procede de parlar, de hablar, pues se supone que los parlamentarios son personas que van a exponer sus proposiciones con argumentos y que serán contestadas con razonamientos ¡y resulta que no sólo no saben argumentar es que no saben ni hablar!

También tiene su parte de culpa, a mi modo de ver, la Academia de la Lengua porque efectúa una función pasiva, sólo admite nuevas palabras cuando las habla el pueblo. Por desgracia, las nuevas tecnologías son siempre foráneas y nos están imponiendo su terminología. Creo que la Academia, cuya misión es “limpiar, fijar y dar esplendor” al idioma, debería ser mucho más activa, aconsejando, traduciendo e incluso ideando nuevas palabras, con el asesoramiento de los técnicos correspondientes y recurriendo a los idiomas ibéricos e hispanoamericanos, así como al griego y al latín, con el fin de “limpiar” de palabras extrañas y “fijar” las nuevas, dando así más “esplendor” al idioma.

Digo que hay que recurrir a los idiomas ibéricos, porque ya se han tomado palabras de ellos, como morriña del gallego, aquelarre del euskera capicúa del catalán y no pocas de Hispano-América. con evidente éxito. Y no digamos del griego y del latín de donde procede la mayoría de nuestras palabras. Hemos llegado al absurdo de que en varios países iberoamericanos se habla mejor que en nuestro país. ¡Vergonzoso!, cuando deberíamos ser maestros en el buen decir.


Propongo un ejemplo: e-mail es una abreviación de electronic mail, o sea de correo electrónico, ¿por qué no hacemos lo mismo y lo llamamos (corr-el) “correl”?, abreviación de correo electrónico. Con la ventaja de que en inglés no es posible el verbo “to e-mail”, mientras que en castellano diríamos “correlar” para utilizar el correo electrónico.

No debemos rechazar ni avergonzarnos en idear o utilizar nuevas palabras. Así hicieron nuestros antepasados, construyendo uno de los idiomas más ricos del mundo. Sigamos su ejemplo.

No es posible dejar de hablar de política. Creo que nuestros políticos, aparte de una ambición desmedida que les impide pactar, acto fundamental en una democracia, deberían adquirir dos virtudes: la deportiva y la científica. La deportiva para saber competir en buena lid, sin trucos ni malos modos, para saber ganar sin humillar al rival y sin creerse con derecho a todo, y para saber perder con dignidad sin echar la culpa a nada ni a nadie. Y la científica para reconocer los errores y rectificar las políticas, cuando no dan los resultados apetecidos.

Nos ha hecho mucho daño el consejo que daba Guillén de Castro en Las mocedades del Cid al decir:

Procure siempre acertalla,
el honrado e principal,
pero si la acierta mal,
defendella e no enmendalla.

Consejo que ha abrazado la clase política sin excepción, y es una de las principales causas de nuestro retraso político, social y económico. Porque el consejo no puede ser más anticientífico y antidemocrático.

Por último, otro daño grave a nuestro desarrollo ha sido la frase: “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Algo que ha calado muy hondo en nuestra sociedad y que ha impedido y sigue impidiendo nuestro desarrollo, pues nos aterra toda reforma en profundidad, lo que nos retrasa en todos los órdenes. La Democracia permite que si “lo bueno por conocer” es igual o peor que “lo malo conocido”, se les puede revocar.

Hay que tener la capacidad y la nobleza de admitir los errores y de saber rectificar. Humano es equivocarse y más lo es reconocerlo. Porque ¡España necesita cambios profundos!.

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