Carta de amor de un argentino. El Magacín.

Tengo tan solo mil palabras pero tanto que confesar, como decía aquel viejo sabio en sus cartas: “Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma”. Pero igual estoy acá intentando de hacer lo imposible, tratar de decir en un artículo lo que siento por vos y es tan curioso que eso pase porque todos se dan cuenta lo que ocurre aquí menos vos.

Mis lectores más lejanos me mandan todos los días cartas preguntándome por vos, la chica que tanto inspira a este intento de poeta improvisado. Sin embargo, para vos, soy tan solo un desconocido, una persona más de las que te cruzas en el pasillo de la facultad. Y yo ahí congelado al verte, sin poder esbozar una palabra. Me miras de reojo, siempre la mirada hacia abajo, no se si es fruto de tu propia timidez o porque no te correspondo. Pero sonreís, casi sin notarlo, no es una sonrisa exagerada, es la justa para que sea perfecta, para que me ilumine el día como la luna ilumina la noche en el mar.


Me invitas un mate, de esos azucarados, que tanto te gustan con tu ingrediente secreto, las hierbas de algún artesano. Porque ese también es uno de tus gustos, las artesanías. Siempre vistiendo una remera casual, aunque yo prefiero esa roja que tenés, que combina con tus aros comprados en alguna plaza. Y ahí mismo seguro que también compraste los sahumerios, los que me hiciste oler el otro día, los que me transportaban a un lago escondido entre montañas y valles, donde vos te animaste a ser libre, natural, bella, loca y rebelde. La ciudad no pega con vos, te lo tenía que decir, la ciudad apresa a los corazones y no los deja volar. Quizás por eso te apegas tanto a los niños, porque ellos tienen el corazón libre aun. Me acuerdo cuando me contabas de tus tardes con tu sobrinito, lo hacías con tanto amor, la voz se te transformaba, era suave como el vuelo de la mariposa y tu mirada mojada a punto de largar una lagrima aunque vos decías que no, que sos fría pero a través de tus ojos veía la cara de tu sobrinito o de vos siendo niña, esa niña que llevas adentro escondida tratando de ser fuerte. Terca como ella sola, porque por más que lo intentes tu mirada es siempre transparente y te termina vendiendo y es ahí donde tus sentimientos brotan, sale tu ternura, la dulzura que tratas de esconder.

El problema de esa mirada, es que a veces se vuelve un espejo, me veo reflejado ahí en tus ojos, esa gran capacidad que tenés de sentir lo que le pasa a los demás, entonces se vuelve única, la trato de buscar entre las personas que me rodean, en el colectivo, en las películas de amor, en la calle pero siempre termino sin éxito y con mi cabeza pensando en vos, en que estarás haciendo y cuando me mandaras un mensaje. En ese momento, es tan solo un instante, te mando varios mensajes para encontrarte. Me olvide de decirte, la ansiedad es mi problema, por eso tantos mensajes a tu celular. Y cuando me clavas el visto, es un puñal en el corazón, los enamorados que sufren ansiedad sabrán de lo que les hablo. Últimamente estuve pensando varias estrategias para confesarte mi amor, a tal punto que a veces no duermo porque se vuelven tan engorrosas que las repienso y así se me pasa el tiempo sin darme cuenta como cuando estoy con vos, ¿te acordás?, hablábamos horas sin notarlo y cuando nos dábamos cuenta era porque el sol ya estaba en nuestras cabezas, quizás lo curioso fue que en ninguno de esos amaneceres vimos el sol salir, siempre nos mirábamos a los ojos, nada nos distraía, ni el sonido de aquel tren que esperábamos a la madrugada para llegar a tu casa. Chupábamos un frío pero vos te pegabas a lado mío para compartir la campera, no era la campera que me sacaba el frío, era tu cálido tacto.


Pero como el viento se lleva las palabras, el tiempo se llevó esos momentos, convirtiéndonos en dos desconocidos que apenas se saludan, que pueden pasar tres horas sentados uno a lado del otro sin dirigirse una sola palabra, los famosos silencios incómodos que llama la gente, pero yo no te quiero en ese lugar, por eso planeo y replaneo las estrategias. Pensé en dedicarte una canción bajo la luna llena, en esa vieja plaza mas parecido a un campo, donde no se escuchan los ruidos de los autos ni los viejos edificios tapan la luz de las estrellas, al contrario se siente ese aroma a pasto de verano y un par de animales sueltos nos hacen olvidar de que estamos en el medio de una ciudad, imposible de reemplazar pero me dijeron que lo romántico ya no está más a la moda, que asusta a las personas, entonces pensé en encararte en el pasillo de la facu, ser directo, decirte de una lo que siento. Lo intenté pero el miedo al rechazo me pudo más, no quiero que pienses que fue para no jugármela es que no me puedo imaginarte sin que me hables. Por eso hoy uso la excusa de una articulo en una revista para confesarte que te amo, que no eres una chica, eres la chica con la que quiero estar, la que me saca una sonrisa con sus anécdotas, la que me hace acelerar el corazón tan solo con verla, la que me quita el sueño. No se si estas palabras te llegaran o solo quedarán en el aire, no se si mañana cuando salga esto a la luz me volverás a hablar, no se que pasará en nuestras vidas pero se que al menos te dije que te amo, porque como decía otro viejo sabio “No consigo dormir. Tengo una mujer atravesada entre los párpados. Si pudiera, le diría que se vaya; pero tengo una mujer atravesada en la garganta” 

Eduardo Yoly

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí