Retirarse a tiempo. El Magacín.
Retirarse a tiempo. El Magacín.

Hacer una serie no debe ser fácil, y menos en estos tiempos de fuerte competencia entre tantos canales de televisión y plataformas de video bajo demanda. Por algo se dice que estamos viviendo una nueva Edad de Oro de las series, una época de esplendor que empezó hace algo más de diez años y que parece habernos llevado a un momento de sobresaturación. Muchas series que están actualmente en antena jamás llegarán a tener un final, algunas porque no están diseñadas para ello, otras simplemente porque serán canceladas antes de tiempo. Y lo que prima para esas cancelaciones no es la calidad sino la rentabilidad, por lo que ni todas las series canceladas serán malas ni tampoco las que quedarán serán dignas de ello. ¿Pero qué es lo que convierte a una serie buena en memorable? Muchos tendrán su propia respuesta, pero para mí creo que es el saber llegar hasta donde quieres ir, pero sobre todo el saber retirarse en el momento idóneo. Parece fácil, pero si hacemos un repaso a la larga lista de grandes series que acabaron siendo olvidables vemos que no debe serlo tanto.


La escritura es un proceso orgánico en el que el autor debe procurar no forzar nunca el ritmo natural de la narración. En el cine la duración de una obra está controlada fundamentalmente por el montaje, pero en las series de televisión, igual que ocurre en las novelas, es la propia historia la que marca su duración, de manera que alargarla en exceso o condensarla para acortarla pueden producir aburrimiento o saturación en el lector/espectador. Y esto nos lleva a una afección que sufren muchas series, una verdadera enfermedad que no sé si tiene término en inglés, aunque no me extrañaría, pero que a mí me gusta denominarla alarguiditis, ya que estamos hablando de la manía de alargar la trama, estirarla como un chicle hasta que al final se rompe. Son muchísimas las series que por culpa de ese afán por explotar al máximo la gallina de los huevos de oro han pasado de ser prometedoras, e incluso buenas, a olvidables. Es cierto que muchas jamás optaron a subir al Olimpo de las Series, pero también las hay que precisamente por culpa de esta enfermedad pasaron de competir por premios a terminar siendo consideradas como series del montón, en una posición muy inferior a la que prometían al principio.

Breaking Bad, El Magacín.
Breaking Bad, El Magacín.

Determinar el momento exacto en el que una serie empieza a decaer es muy difícil, sobre todo porque no hay una regla general que nos lo indique. Lo que sí hay es un momento de muerte natural para cada serie, un momento que hay que saber ver para poder aprovecharlo al máximo. Prison Break, que recientemente ha tenido un fallido intento de resurrección, fue una serie con una primera temporada muy alabada que terminó en su cuarto año completamente agotada, y es que su trama estaba claramente estructurada para durar solo dos. Algo parecido le ocurrió a Dexter, que aguantó ocho años en antena cuando su final estaba muy bien definido en su cuarta temporada. Y luego está el caso de Perdidos, que si bien acabó cuando debía, lo cierto es que llegó a duras penas a su sexta temporada, para morir eso sí dulcemente en la orilla. Estos tres ejemplos nos sirven para ver que el momento idóneo de decir adiós a una serie es variable y depende fundamentalmente de varios factores: el esquema de la propia serie, su trama e incluso el qué espera de ella sus espectadores. Así que… ¿cuánto debe durar una buena serie para acabar por todo lo alto y ser recordada durante años? Si nos centramos en las series que tienen una única narración, una trama que abarca toda la serie y no capítulos o temporadas, vemos que la respuesta parece ser que menos de 7 temporadas.


Los Soprano, Breaking Bad, The Wire (Bajo escucha), A dos metros bajo tierra… Todas estas series tienen tres cosas en común: que son habituales en las listas de mejores series, que sus tramas abarcaban toda la serie y que ninguna llegó a tener una séptima temporada. De hecho sólo una llegó a su sexta: Los Soprano, y desde luego no es casualidad. Porque cuando se trata de series que narran una misma historia su resolución no puede alargarse demasiado en el tiempo, básicamente porque el espectador se aburrirá, se cansará o sencillamente perderá el interés. Diez años siguiendo una única trama es demasiado. Por el contrario los procedimentales (un capítulo, un caso) y las comedias son diferentes porque sus espectadores lo que quieren es ver un mismo esquema de capítulo o desconectar sin tener que esforzarse en seguir una trama, lo que les permite durar mucho más tiempo en antena. Y aun así también hay un momento en el que se pueden llegar a agotar (véase el caso de CSI).

En la actualidad la gente sigue una gran cantidad de series, lo que es normal con la enorme cantidad de opciones disponibles. Pero muchas de ellas, aunque sigan teniendo una impecable calidad técnica, ya son cadáveres andantes que todavía no saben que han muerto. House of Cards y Orange is the new black, que recientemente han emitido su quinta temporada, llevan años con la fórmula agotada, y a pesar de ello siguen adelante, con giros de guión cada vez más inverosímiles para mantenerlas en antena.

Por su parte Juego de Tronos y The Walking Dead han empezado a quejarse claramente de alarguiditis, con tramas que se repiten o rodeos para llegar al mismo punto de partida, y es que en realidad ambas también están agotadas, aunque sus creadores y productores se nieguen a verlo. Porque si quieres que tu serie sea memorable debes acabarla cuando la historia te lo pida, que suele ser además un momento en el que los espectadores más hablan de ella. Eso es lo que pasó con Breaking Bad, que terminó por todo lo alto en su quinta temporada, cuando muchos espectadores creían que todavía podía haber durado algo más, lo que sin duda habría sido un errorDaniel Hernández Barreña es autor de la novela La decadencia de un mundo: el comienzo del fin.

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