Crítica a Un Monstruo viene a verme. Cine. El Magacín.
Crítica a Un Monstruo viene a verme. Cine. El Magacín.

Llega a los cines la esperada película de J.A. Bayona, “Un monstruo viene a verme”. El director catalán nos propone una película bien planteada desde el principio que mezcla fantasía con la más cruda realidad, capaz de enternecer hasta el corazón más duro. La cinta se basa en la novela homónima de Patrick Ness adaptada por él mismo al formato cinematográfico. Focus Features desembolsó la friolera de 20 millones de dólares para hacerse con los derechos cinematográficos y parece que no le ha ido nada mal. La película ha recaudado más de 3,4 millones en el primer fin de semana de estreno y se convierte en el mejor estreno español del año.


Aviso: El siguiente texto contiene spoilers importantes de la trama.

La historia nos sitúa en algún pueblo desconocido de las islas británicas, el lugar ideal para dotar a la película de un tinte gris y misterioso. Connor, interpretado de modo admirable por Lewis MacDougal, es un niño de doce años vilipendiado por la vida. Tras la separación de sus padres, este asume el rol de cabeza de familia cuando su madre (Felicity Jones) cae enferma de cáncer. Este hecho hace que su mundo se tambalee peligrosamente y acabe por desmoronarse poco a poco. Para enfrentarse a ese sufrimiento, Connor utiliza sus lápices y sus blocks de dibujo como una válvula de escape a los problemas diarios a los que es sometido mientras observa con recelo, desde la ventana de su habitación, un viejo árbol cercano a la iglesia.

Un monstruo viene a verme. El Magacín.

Como sucede con casi todas las historias, todo cambia con un inesperado suceso. Con ciertas similitudes a “Cuento antes de Navidad” y al igual que sucedía con el avaro Scrooge, el niño recibirá tres visitas. Solo que en esta ocasión no serán los espíritus del presente, pasado o futuro los que venga a arrancarle de su casa sino de un tejo humanoide de bíblicas proporciones a la que Liam Neeson presta su voz. A cambio, el monstruo le obligará a contar una historia para la que aún no está preparado. En cada uno de estos encuentros, el árbol centenario le relatará un cuento de tintes infantiles, muy alejados de lo que nos tienen acostumbrados las productoras de cine para niños. Bayona utiliza con maestría cada uno de estos pequeños cortometrajes animados y de gran belleza visual, para hacernos comprender que nunca se debe dar nada por sentado: que los buenos no son tan buenos y los malos tampoco son tan malos. Connor se rebela contra su enraizado narrador al no aceptar que esas historias acaben como uno espera que acaben: con un final feliz.

Reparto de actores de Un monstruo viene a verme. El Magacín.

Intercaladas a las escenas de fantasía onírica en compañía del vegetal visitante, Bayona nos muestra la vida cotidiana a la que Connor se enfrenta cada día, la crudeza a la que es sometido este chico de triste mirada perpetua. Como si no fuera poco tener que lidiar con la enfermedad de una madre moribunda, el niño sufre continuos abusos de unos estereotipados matones de colegio. Un maltrato que el director rebela, tan solo en los minutos finales, que eran buscados y tolerados por el protagonista. Como si las palizas y los golpes fueran una expiación a un pecado inconfesado, a un pensamiento que le atormenta cada noche en forma de pesadilla reiterada. Sumado a este constante sufrimiento físico; su abuela, Sigourney Weaver (conocida por Aliens y recientemente galardonada con el premio Donostia), llega para encargarse de castigar la parte psicológica. Se comportan como el perro y el gato, y ni siquiera son capaces de compartir el mismo aire. Solo al final, unidos en el dolor, logran enterrar el hacha de guerra.

Un monstruo viene a verme. El Magacín.

Conforme avanza la cinta, acompasada por el agravamiento de la enfermedad de la madre, el espectador es sometido a una continua “tortura” emocional, haciéndoles participe del sufrimiento del protagonista y evitando que los sollozos y gimoteos en la sala no decaigan. Después de finalizar las tres historias, el árbol obligará al niño a rebelar el secreto encerrado en sus pesadillas, un hecho que le ayudará a liberarse de la pesada carga que le atormenta y le preparará para enfrentarse al inevitable desenlace. Ya en los últimos compases, el cineasta va encajando las piezas con maestría conforme se acerca la hora final y en la que se debe de estar muy atento para no perder el hilo conductor. Nos desvelará el origen de todas esas historias contadas por el monstruo e incluso su propio origen. Pocos serán los que abandonen la sala, una vez se enciendan las luces, sin haber derramado una lágrima. Los telespectadores dejaran sus butacas en silencio, como si el luto del protagonista hubiera atravesado la pantalla.


Con esta película, Bayona apunta directamente al corazón de los espectadores con este dramón de tintes fantásticos y uno se irá a su casa, pañuelo empapado en mano, sin esa sensación cada vez más habitual de haber sido estafado en los ciento ocho minutos que dura la cinta. La película cumple las expectativas y lo hace con creces. Reafirma, y de una vez por todas, que el cine producido en España (aunque sin ningún actor español en el elenco y a pesar de compartir producción americana) es un cine de altísima calidad. Bayona no se deja amedrentar con el peso de este tipo de producciones, acostumbrado en sus anteriores trabajos como “El orfanato” o incluso la premiada “Lo imposible”. Solo que esta vez, es el aspecto técnico y visual el que está a la altura de productos “made in America”. También reafirma al director español del momento como el mejor situado en el firmamento Hollywoodiense, capaz de declinar una suculenta oferta del mismísimo Brad Pitt. Como muestra de ese momento dulce es la propuesta de uno de los pesos pesado de la industria cinematográfica, Steven Spielberg, para llevar su franquicia de reptiles prehistóricos a buen puerto ¿Lo logrará? Quién sabe, talento no le falta.

J.P.Metello

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